lunes, 1 de noviembre de 2010

Extracto

"En la sociedad actual prevalecen roles de género que apuntan a la subordinación de la mujer. A pesar de la supuesta igualdad de derechos de la que se supone que gozamos, somos testigos pasivos de representaciones hegemónicas. Estas pretenden anclarnos en papeles que tienden a asumir una supuesta inferioridad que en teoría fue eliminada haría ya varios años…
La subordinación femenina es evidente y está en el aire. No obstante, es posible indagar sobre estas condiciones para generar una estética que apele de deconstruir dichas normas que orientan la conducta y la concepción de un grupo. Para ello, es necesario pensar un modo de proceder que invada y cuestione  estas estructuras. Se recupera entonces la idea de virus.
ARN es ácido ribonucleico: el tipo de información génica que suelen contener los virus en su estructura. A diferencia del ADN (ácido desoxirribonucleico) el ARN es de estructura lineal y hebra simple, esto lo hace muy versátil, de mutación veloz y fácil adaptación. 
El virus es una entidad infecciosa microscópica que sólo puede multiplicarse dentro de las células de otros organismos. Convierte su ARN en una cadena complementaria del ADN de su huésped, dirigiendo así su multiplicación en el mismo, infectándolo.
 Se manifiesta como una forma de vida parasitaria que cambia y se mueve todo el tiempo, por habitar en otros.  Requiere entonces de adaptación y transformación  permanente para su masiva reproducción.
Uso una xilografía de pequeño formato, una suerte de virus de mi invención, para iniciar una larga analogía entre virus y grabado que me servirá como modo de proceder para, a través del arte, señalar una situación normalizada respecto de la identidad de la mujer.
Esta imagen es impresa sobre superficies encontradas, descartando  el papel de alta calidad requerido para el grabado académico. El estampado convencional es reemplazado por el sello reiteratativo y aleatorio. La imagen transforma el soporte y el soporte transforma la imagen, mediante una práctica experimental que subvierte el sistema predeterminado que legitima al  grabado clásico. En esta experiencia, se emplean soportes seleccionados de manera casual durante el tránsito cotidiano por la ciudad. Al no estar fabricados específicamente para ser impresos, distorsionan la imagen grabada. Este diálogo  hace que el virus sea el mismo grabado y también donde él se encuentra: basura urbana en proceso de muerte cuyo fin ha cumplido y función ha terminado.
Todos estos hallazgos intervenidos (infecciosos e infectados) son añadidos a mi espacio hasta tomar el ambiente, “enfermándolo” como si de un organismo vivo se tratase. En este momento se produce un cruce entre lo público y lo privado ya que en un espacio privado, incorporo objetos recolectados de la ciudad. Todo lo que como superficie me resulta interesante lo recojo y sello, para incorporarlo a la instalación.
 Concluida esta instancia, la cual es documentada por  fotos, se desarrolla la segunda: su proliferación que implica además, su necesaria adaptación a otro espacio: el espacio urbano. Dicho cambio de dimensión hace necesaria su radical transformación.
 De lo público en lo privado, se pasa a lo privado en lo público.  Es bien sabido que actualmente los límites de los espacios privados y públicos se desdibujan como tales. Además, lo social no es meramente público y lo define también lo privado como el contexto doméstico donde se establecen divisiones de género que jerarquizan y ordenan la estructura familiar. Dichas conductas definirían al individuo en su relación a los órdenes impuestos identificándose o no con ellos.
Podemos entender entonces, la identidad socialmente impuesta como una suerte de mala ficción que nos encorseta en papeles indeseables generando severos efectos colaterales en los individuos.  
En lo que respecta a lo que me interesa acerca de las diversas identidades atribuidas a la mujer, estas depositan la carga misógina de un sistema igualmente misógino del que es necesario mantenerse consiente para disuadirlo. Por lo tanto, desde el momento en que concientizamos las inestables bases que cimientan las identidades, se abre camino a nuevas posibilidades: la subversión y resignificación. Estas harían posible la desfiguración y consiguiente reconfiguración de los estrictos discursos de género que legitiman una lógica binaria y polarizada de comportamientos rígidos cuya supuesta naturalidad se encuentra totalmente forzada.
Es esencial, por lo tanto, desautorizar, cuestionar y desarmar dichos estereotipos para renovar el sentido de los roles sociales aparentemente congelados en imágenes prácticamente arquetípicas. Estas posibilidades dinámicas se encuentran en el lenguaje mismo.
Tomo el caso de los prostíbulos para generar un desplazamiento de la obra privada, incluso íntima, que se desarrolla en mi taller llevándola a un ámbito radicalmente distinto que es este circuito de publicidad marginal empleado por la prostitución. El modo de proceder de los prostíbulos para darse a conocer se caracteriza por la permanente reproducción de pequeños volantes que se instalan en cabinas telefónicas, bocas de subte, carteles publicitarios, etc.
En el desorden aparente de las publicidades, existen características que las distinguen: la imagen objetualizada de la mujer, lo numérico y lo cualitativo que ponen en evidencia la permanente disponibilidad del cuerpo femenino. Dirección, números de teléfono y precios se explicitan. Compiten entre ellos y son muchos, su difusión es masiva y su táctica silenciosa.
“Las chicas del obelisco”, “El 57”, “Las chicas de la facu”, “Abby y Sofi”, “Paraguayitas a full” y muchos más.
“Soy la mujer que te abandona” y nada más. El virus, mutando, adaptándose a un nuevo entorno. Un texto, no ya un dibujo, se hace notar en su diferencia: ninguna oferta, ningún culo, una frase que es además una imagen ausente. Esta frase plantea un posible escape al “destino” aparentemente ineludible de la mujer: ser usada como objeto y luego descartada (abandonada)."

L.P.F.

1 comentario: